LA SANTA BIBLIA,
EL ANTIGUO TESTAMENTO
VERSIÓN DE CASIODORO DE
REINA (1569), REVISADA POR CIPRIANO DE VALERA (1602), OTRAS
REVISIONES: 1862, 1909 Y 1960
ECLESIASTÉS
O EL PREDICADOR
Capítulo 1
Todo es vanidad
1:1 Palabras del
Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
1:2 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de
vanidades, todo es vanidad.
1:3 ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
1:4 Generación va, y generación viene; mas la tierra
siempre permanece.
1:5 Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al
lugar de donde se levanta.
1:6 El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va
girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
1:7 Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos
vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
1:8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca
se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
1:9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada
hay nuevo debajo del sol.
1:10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los
siglos que nos han precedido.
1:11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de
lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
La experiencia del Predicador
1:12 Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.
1:13 Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se
hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a
los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.
1:14 Miré todas las obras que se hacen debajo del sol;
y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
1:15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no
puede contarse.
1:16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he
crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi
corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.
1:17 Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a
entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de
espíritu.
1:18 Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien
añade ciencia, añade dolor.
Capítulo 2
2:1 Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad.
2:2 A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
2:3 Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi
corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien
de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los
días de su vida.
2:4 Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para
mí viñas;
2:5 me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto.
2:6 Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los
árboles.
2:7 Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve
posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí
en Jerusalén.
2:8 Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes
y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos
de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
2:9 Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en
Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
2:10 No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni
aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo;
y esta fue mi parte de toda mi faena.
2:11 Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que
tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin
provecho debajo del sol.
2:12 Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la
necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
2:13 Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como
la luz a las tinieblas.
2:14 El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero
también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al
uno como al otro.
2:15 Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá
también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por
hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también
esto era vanidad.
2:16 Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria
para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también
morirá el sabio como el necio.
2:17 Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y
aflicción de espíritu.
2:18 Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después
de mí.
2:19 Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi
trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del
sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
2:20 Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo
en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol
mi sabiduría.
2:21 ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que
haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También
es esto vanidad y mal grande.
2:22 Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su
corazón, con que se afana debajo del sol?
2:23 Porque todos sus días no son sino dolores, y sus
trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto
también es vanidad.
2:24 No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he
visto que esto es de la mano de Dios
2:25 Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
2:26 Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría,
ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo
al que agrada a Dios. También esto es vanidad y
aflicción de espíritu.
Capítulo 3
Todo tiene su tiempo
3:1 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se
quiere debajo del cielo tiene su hora.
3:2 Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar
lo plantado;
3:3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de
edificar;
3:4 tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
3:5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar,
y tiempo de abstenerse de abrazar;
3:6 tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de
desechar;
3:7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
3:8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
3:9 ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se
afana?
3:10 Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para
que se ocupen en él.
3:11 Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de
ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra
que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
3:12 Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer
bien en su vida;
3:13 y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien
de toda su labor.
3:14 He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se
añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios,
para que delante de él teman los hombres.
3:15 Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios
restaura lo que pasó.
Injusticias de la vida
3:16 Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí
impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad.
3:17 Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay
un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo
que se hace.
3:18 Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para
que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las
bestias.
3:19 Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las
bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así
mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre
que la bestia; porque todo es vanidad.
3:20 Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo,
y todo volverá al mismo polvo.
3:21 ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que
el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
3:22 Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre
que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará
para que vea lo que ha de ser después de él?
Capítulo 4
4:1 Me volví y vi todas
las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los
oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus
opresores, y para ellos no había consolador.
4:2 Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a
los vivientes, los que viven todavía.
4:3 Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha
visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
4:4 He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la
envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
4:5 El necio cruza sus manos y come su misma carne.
4:6 Más vale un puño lleno con descanso, que ambos
puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
4:7 Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
4:8 Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca
cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para
quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto
es vanidad, y duro trabajo.
4:9 Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su
trabajo.
4:10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no
habrá segundo que lo levante.
4:11 También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo?
4:12 Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán;
y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.
4:13 Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y
necio que no admite consejos;
4:14 porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino nació pobre.
4:15 Vi a todos los que viven debajo del sol caminando
con el muchacho sucesor, que estará en lugar de aquél.
4:16 No tenía fin la muchedumbre del pueblo que le
seguía; sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.
Capítulo 5
La insensatez de hacer votos a la ligera
5:1 Cuando fueres a la
casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el
sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.
5:2 No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se
apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú
sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
5:3 Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las
palabras la voz del necio.
5:4 Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla;
porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo
que prometes.
5:5 Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.
5:6 No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas
delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que
Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?
5:7 Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas
palabras; mas tú, teme a Dios.
La vanidad de la vida
5:8 Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la
provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el
alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
5:9 Además, el provecho de la tierra es para todos; el rey
mismo está sujeto a los campos.
5:10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que
ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es
vanidad.
5:11 Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los
consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
5:12 Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho,
coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.
5:13 Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol:
las riquezas guardadas por sus dueños para su mal;
5:14 las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron,
nada les queda en la mano.
5:15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así
vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su
mano.
5:16 Este también es un gran mal, que como vino, así
haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano?
5:17 Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho
afán y dolor y miseria.
5:18 He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y
gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos
los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte.
5:19 Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también
facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y
goce de su trabajo, esto es don de Dios.
5:20 Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues
Dios le llenará de alegría el corazón.
Capítulo 6
6:1 Hay un mal que he
visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
6:2 El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de
todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello,
sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal
doloroso.
6:3 Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días
de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació
del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que
él.
6:4 Porque éste en vano viene, y a las tinieblas va, y
con tinieblas su nombre es cubierto.
6:5 Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más
reposo tiene éste que aquél.
6:6 Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar del
bien, ¿no van todos al mismo lugar?
6:7 Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con
todo eso su deseo no se sacia.
6:8 Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?
6:9 Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu.
6:10 Respecto de lo que es, ya ha mucho que tiene nombre, y se sabe que es
hombre y que no puede contender con Aquel que es más poderoso que él.
6:11 Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad.
¿Qué más tiene el hombre?
6:12 Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en
la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como
sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?
Capítulo 7
Contraste entre la sabiduría y la insensatez
7:1 Mejor es la buena fama que el buen ungüento;
y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento.
7:2 Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del
banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo
pondrá en su corazón.
7:3 Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del
rostro se enmendará el corazón.
7:4 El corazón de los sabios está en la casa del luto;
mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría.
7:5 Mejor es oír la reprensión del sabio que la
canción de los necios.
7:6 Porque la risa del necio es como el estrépito de
los espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad.
7:7 Ciertamente la opresión hace entontecer al sabio, y las
dádivas corrompen el corazón.
7:8 Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor
es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.
7:9 No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque
el enojo reposa en el seno de los necios.
7:10 Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores
que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.
7:11 Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol.
7:12 Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas
la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores.
7:13 Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo
que él torció?
7:14 En el día del bien goza del bien; y en el día de
la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como
lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.
7:15 Todo esto he visto en los días de mi vanidad.
Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus
días.
7:16 No seas demasiado justo, ni seas sabio con
exceso; ¿por qué habrás de destruirte?
7:17 No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué
habrás de morir antes de tu tiempo?
7:18 Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes
tu mano; porque aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo.
7:19 La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos
que haya en una ciudad.
7:20 Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga
el bien y nunca peque.
7:21 Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se
hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti;
7:22 porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces.
7:23 Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Seré sabio; pero la
sabiduría se alejó de mí.
7:24 Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo
hallará?
7:25 Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar
e inquirir la sabiduría y la razón, y para conocer la maldad de la insensatez y
el desvarío del error.
7:26 Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y
redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso.
7:27 He aquí que esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por
una para hallar la razón;
7:28 lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: un
hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé.
7:29 He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero
ellos buscaron muchas perversiones.
Capítulo 8
8:1 ¿Quién como el
sabio? ¿y quién como el que sabe la declaración de las
cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la
tosquedad de su semblante se mudará.
8:2 Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y
la palabra del juramento de Dios.
8:3 No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa
mala persistas; porque él hará todo lo que quiere.
8:4 Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién
le dirá: ¿Qué haces?
8:5 El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.
8:6 Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él;
8:7 pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo
enseñará?
8:8 No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el
espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no
valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee.
8:9 Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea
del hombre para mal suyo.
Desigualdades de la vida
8:10 Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas los que
frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde
habían actuado con rectitud. Esto también
es vanidad.
8:11 Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala
obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer
el mal.
8:12 Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo
también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su
presencia;
8:13 y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados los días, que son
como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.
8:14 Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes
acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto
también es vanidad.
8:15 Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del
sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los
días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
8:16 Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se
hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus
ojos);
8:17 y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la
obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no
la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
Capítulo 9
9:1 Ciertamente he dado mi corazón a todas estas
cosas, para declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están
en la mano de Dios; que sea amor o que sea odio, no lo saben los hombres; todo
está delante de ellos.
9:2 Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo
suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica,
y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que
teme el juramento.
9:3 Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso
acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está
lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto
se van a los muertos.
9:4 Aún hay esperanza para todo aquel que está entre
los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto.
9:5 Porque los que viven saben que han de morir; pero
los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en
olvido.
9:6 También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán
parte en todo lo que se hace debajo del sol.
9:7 Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus
obras ya son agradables a Dios.
9:8 En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca
falte ungüento sobre tu cabeza.
9:9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu
vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque
esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
9:10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas;
porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni
sabiduría
9:11 Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la
guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las
riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a
todos.
9:12 Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos
en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los
hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
9:13 También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande:
9:14 una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran
rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes;
9:15 y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con
su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.
9:16 Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus
palabras.
9:17 Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son
mejores que el clamor del señor entre los necios.
9:18 Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un
pecador destruye mucho bien.
Capítulo 10
Excelencia de la sabiduría
10:1 Las moscas muertas hacen heder y dar mal
olor al perfume del perfumista; así una pequeña
locura, al que es estimado como sabio y honorable.
10:2 El corazón del sabio está a su mano derecha, mas
el corazón del necio a su mano izquierda.
10:3 Y aun mientras va el necio por el camino, le
falta cordura, y va diciendo a todos que es necio.
10:4 Si el espíritu del príncipe se exaltare contra
ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
10:5 Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera
de error emanado del príncipe:
10:6 la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en
lugar bajo.
10:7 Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban
como siervos sobre la tierra.
10:8 El que hiciere hoyo caerá en él; y al que aportillare
vallado, le morderá la serpiente.
10:9 Quien corta piedras, se hiere con ellas; el que
parte leña, en ello peligra.
10:10 Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado,
hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para
dirigir.
10:11 Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el
encantador.
10:12 Las palabras de la boca del sabio son llenas de
gracia, mas los labios del necio causan su propia ruina.
10:13 El principio de las palabras de su boca es necedad; y
el fin de su charla, nocivo desvarío.
10:14 El necio multiplica palabras, aunque no sabe nadie lo
que ha de ser; ¿y quién le hará saber lo que después de él será?
10:15 El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben
por dónde ir a la ciudad.
10:16 ¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean
de mañana!
10:17 ¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus
príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!
10:18 Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de
las manos se llueve la casa.
10:19 Por el placer se hace el banquete, y el vino alegra a
los vivos; y el dinero sirve para todo.
10:20 Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni
en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo
llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.
Capítulo 11
11:1 Echa tu pan sobre
las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.
11:2 Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el
mal que vendrá sobre la tierra.
11:3 Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la
derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol
cayere, allí quedará.
11:4 El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a
las nubes, no segará.
11:5 Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o
cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra
de Dios, el cual hace todas las cosas.
11:6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes
reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo
uno y lo otro es igualmente bueno.
11:7 Suave ciertamente es la luz, y agradable a los
ojos ver el sol;
11:8 pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo,
acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.
Consejos para la juventud
11:9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de
tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos;
pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará
Dios.
11:10 Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu
carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
Capítulo 12
12:1 Acuérdate de tu
Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen
los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;
12:2 antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y
vuelvan las nubes tras la lluvia;
12:3 cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres
fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que
miran por las ventanas;
12:4 y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela;
cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán
abatidas;
12:5 cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y
florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito;
porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor
por las calles;
12:6 antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el
cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo;
12:7 y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que
lo dio.
12:8 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es
vanidad.
Resumen del deber del hombre
12:9 Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al
pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.
12:10 Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y
escribir rectamente palabras de verdad.
12:11 Las palabras de los sabios son como aguijones; y
como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por
un Pastor.
12:12 Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado.
No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne.
12:13 El fin de todo el discurso oído es este: Teme a
Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
12:14 Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa
encubierta, sea buena o sea mala.